Hace 11 años se publicó un interesante artículo sobre Ton Buechner, director ejecutivo de AKZO Nobel, quien fue diagnosticado con un síndrome de burnout antes de cumplir los treinta años. El burnout, también llamado síndrome de desgaste profesional o estar quemado, es una respuesta mal adaptativa cuando uno toma consciencia de la diferencia entre sus ideales y la realidad laboral.
El encabezamiento de este articulo hace referencia a mi interés y dedicación profesional principal. Durante más de cuarenta años tuve el privilegio y el honor de trabajar con todo tipo de deportistas, equipos, y organizaciones de élite mundial.
Todo ello represento una gran experiencia educativa que me enseñó muchísimo sobre las capacidades, los límites, y las limitaciones del cuerpo y la mente humana. Mi modo de tratar con el alto rendimiento humano consiste en investigar y obtener la mayor información posible sobre un tema determinado. Además, siempre exploro y testeo mis propios límites y limitaciones.
El numero de personas que ceden ante presiones laborales percibidas o reales va en aumento. Uno de cada diez jóvenes entre 15 y 25 años sufre un burnout laboral. El porcentaje de empleados entre 25 y 35 años que sufren burnout fue de 10-11% en el año 1997, subió al 13% en el año 2010, y en la actualidad supera el 15%.
Gran parte de mi trabajo profesional en el área de salud mental laboral y deportiva consiste en diagnosticar, tratar, y prevenir los estados de estrés agudo y crónico, así como los estados de mala adaptación, ansiedad, depresión, y estrés post traumático, entre otros.
La ideación suicida, y el suicidio consumado es infrecuente antes de la pubertad, pero aumenta en la adolescencia, especialmente entre los 15 y 19 años, y la vida adulta. El suicidio también se da en preadolescentes, siendo la segunda causa de muerte en niños de 10 a 24 años y la novena causa en niños de 5 a 11 años. Tema muy preocupante.
Todo apunta hacia un tipo de personalidad que resulta altamente vulnerable al burnout, tales como perfeccionistas, personas con alto sentido de la responsabilidad, y otros incapaces de decir «NO.» Todos ellos actúan por temor a perder el respeto o el amor de los demás y, por lo tanto, suelen ser buenas personas con muy baja autoestima.
Aparte de lo anterior, vivimos y convivimos en una sociedad que nos bombardea y sobrecarga con múltiples tareas a la vez, con trabajar largo y duro, con hacer las cosas bien, con estar conectados a redes sociales tipo Facebook, Instagram, Snap-Chats, Twitter y otras azafatas electrónicas altamente falsas y adictivas, con comprar cosas que otros ya poseen, con estar delgado y atractivo, y con estar accesible para los demás las 24 horas y 7 días a la semana.
Estamos hablando de demasiadas cosas para hacer, demasiadas opciones posibles y alternativas disponibles, y con muy poco tiempo para realizarlas. Adicionalmente, todo es procesado mediante un cerebro que jamás se detiene y que, además, se acelera cada vez más y más, incluso llegando a la hipomanía o peor. En consecuencia, la percepción del tiempo es que cada vez va más rápido y se acorta más.
Los factores anteriormente mencionados, a largo plazo, crean un desequilibrio entre la carga física y mental, y la capacidad para controlar y adaptarse positivamente a tal carga. La carga total es procesada por tres sistemas fisiológicos:
1.- Sistema nervioso central (respuesta rápida).
2.- Sistema nervioso autónomo simpático y parasimpático (respuesta rápida) y
3.- Sistema hormonal (respuesta lenta).
Estos tres sistemas también intervienen en la correcta o incorrecta adaptación de un deportista a un determinado método y proceso de entrenamiento, resultando en adaptaciones favorables o bien desfavorables como el sobre entrenamiento.
No se puede mejorar aquello que no se puede cuantificar correctamente. A lo largo de mi extensa experiencia con deportistas de elite siempre realice cuantificaciones objetivas respecto a cada uno de estos tres sistemas en términos de:
1.- Qué sistema esta hiperactivado o fatigado (alostáticamente disfuncional) y
2.- El resultado y la consecuencia adaptativa de sobrecargas agudas y crónicas.
Solo cuando obtengo tales datos me es posible tratar y corregir el burnout laboral o el sobre entrenamiento. Por ejemplo, dormir mal siempre facilita el burnout laboral y dificulta las adaptaciones del entrenamiento.
Lo ideal es prevenir el burnout en todas sus formas. Los síntomas del estrés, la fatiga en los tres sistemas fisiológicos implicados, y dar explicaciones sobre decisiones inadecuadas y un deficiente estilo de vida son importantes para la prevención y la recuperación. Todo ello representa una “alarma precoz” que me permite actuar de forma proactiva.
Este sencillo pero complejo proceso funciona muy bien en la vida real diaria y, además, permite obtener rendimientos óptimos de forma constante en el deporte de élite así como en personas sometidas a condiciones laborales altamente exigentes.
Guillermo A. Laich de Koller
Doctor en Medicina y Cirugía