Apenas cuatro décadas antes del estallido de la Revolución Francesa, el Barón de Montesquieu, apostaba, en su “espíritu de las leyes”, por la separación de poderes, con el objetivo de evitar la concentración de la capacidad de decidir el rumbo de una sociedad en una sola persona.

Este imperfecto sistema de contrapesos, teóricamente presente en nuestro mundo actual, aún sigue generando ciertos rechazos frente a “entes supremos”, distantes de lo que ocurre en la realidad del día a día. Además, hemos de recordar que lejos de la idea de la existencia de unas leyes naturales o de origen divino, la soberanía popular, precisamente hace mención a la capacidad ciudadana de participar en la elaboración de las guías de conducta más adecuadas a cada contexto.

Buscar los motivos del origen de cualquiera de las leyes relacionadas con el deporte en nuestro país, nos sitúa en diferentes momentos en los que las circunstancias han requerido una actuación regulatoria del entorno en cuestión.

Si en el año 90, los cercanos Juegos Olímpicos de Barcelona 92 suponían el evento estelar por el cual se determinó que el deporte de élite requería un esfuerzo extra, entre las causas por las que nace la Ley 6/2016, se sitúa en un lugar privilegiado la salud.        

Desde hace mucho tiempo, la promoción del deporte ha dado sus frutos, de modo que clientes, usuarios, deportistas o atletas, se merecen que la ciencia les sea de utilidad. Si la citada norma de ordenación profesional tiene una razón de ser, es la mejora de la calidad de vida de la población. En un escenario en el que miles de personas acuden a  los parques a correr, a montar en bici, a comprarse “instrumentos de tortura” como el “imprescindible” TRX, o a aventurarse en los beneficiosos HIIT, un asesoramiento competente es irremplazable.

Detrás de cada persona que realiza actividad física, existen multitud de expectativas, de miedos, de proyectos, de dudas, que requieren una atención experta. Un análisis detenido de los factores que llevan al ser humano a moverse de una determinada manera, difícilmente se llevará a cabo por parte de alguien que ha completado una formación de un fin de semana de duración o que ha leído un artículo del último gurú del fitness.

Esta evaluación constante del porqué y del cómo nos movemos, efectuada a lo largo del proceso de entrenamiento, debe incluir ineludiblemente las respuestas y aportaciones de las personas a las que entrenamos, de modo que sus sugerencias, forman parte de las bases a partir de las que deberíamos trabajar. Una orientación seria, afronta estos argumentos tratando de aplicar un conjunto de conocimientos y experiencias acerca de métodos refutados, pero que en cualquier caso demandarán adaptaciones individualizadas.

Entendiendo que no estamos ante una ciencia exacta, lo que queda claro es que si no atendemos, si no escuchamos y si ignoramos lo que va sucediendo a nuestros clientes, los efectos esperados pueden derivar en sorpresas perjudiciales para todos.

En este sentido, nuestras leyes, como herramientas para regular un conjunto de profesiones, deben hacerse cargo de las necesidades sociales y ofrecer una respuesta adecuada, examinando el resultado de su implementación.

Además del esperado Reglamento al respecto, se antoja indispensable un seguimiento de los comentarios que van apareciendo en relación a la Ley 6/2016, ya que son muchos los profesionales afectados.

Conocer cómo reaccionan los destinatarios, tanto individual como colectivamente, nos irá dando pistas sobre aciertos y errores, posibilidades de mejora y exigencias de cambio. Por tanto, estamos hablando de un instrumento necesariamente vivo, que ha llegado para quedarse, pero no de forma imperturbable, ya que lo perpetuo ofrece, cuanto menos, desconfianza.

Eduardo Galeano, en una de sus imborrables narraciones, nos habla de un niño que queda en shock ante la inmensidad del océano al verlo por primera vez. Pasado el bloqueo inicial, le dice a su padre: “Enséñame a mirar”. La frase, presente en el libro de los abrazos, además de una petición procedente en múltiples contextos, puede constituirse como una fórmula fundamental para proceder en el difícil desempeño de los legisladores deportivos.   

Cada mirada que no se contempla y cada voz que queda en el olvido, supone una pérdida de oportunidad a la hora de establecer significados aceptables por una mayoría. Nuestro heterogéneo y dinámico entorno, ha de basarse en la colaboración y no en la imposición, en la inclusión y no en la desestimación gratuita de opiniones. No podemos dejar en la cuneta a nadie, ya que de lo contrario el principio de causa y efecto, se enturbiaría hasta el título del presente artículo.

José Luís Gómez Calvo

José Luis Gómez Calvo

Experto en seguridad en el ámbito deportivo.

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