Debido a las restricciones de la cuarentena en los últimos dos años, quizá hayan percibido que su fuerza, masa muscular, movilidad, flexibilidad, y elasticidad han disminuido considerablemente. Además, habrán notado cierta rigidez y diversas algias en las cervicales, hombros, espalda, cadera, piernas, y pies, así como jaquecas de baja a mediana intensidad, zonas de sequedad cutánea, y una sensación de desgana. Las consecuencias físicas y psíquicas del confinamiento han surgido de forma generalizada y masiva, y las alteraciones se han extendido a todos los confines del cuerpo humano. 

Entre los primeros ha sido el dolor que se prolonga en el tiempo en ausencia de lesiones evidentes. El dolor en el cuello y la espalda superior acompañado de dolores de cabeza, son solo dos ejemplos. En la actualidad más del 50% de la población sufre molestias semejantes en sus horas de trabajo. La mayoría son causados por estar sentados en mala postura, curvar los hombros hacia adelante, adelantar y extender el cuello y la cabeza ante un ordenador, y por mantener esa posición durante ocho horas al día durante cada semana.

Las expectativas de productividad laboral han aumentado debido al trabajo en casa. Ello produce molestias y perdida de la movilidad muscular y articular, síndrome del túnel carpiano, tendinitis en manos y antebrazos, y pellizcos neurales en los codos. Muchas personas han reducido o eliminado por completo el ejercicio físico por cierre de los gimnasios, o bien temen infectarse en los que han vuelto a abrir.

No sólo músculos, articulaciones, cartílagos, tendones, y huesos se encuentran muy sobrecargados. Actualmente las personas dedican más tiempo a sus pantallas de TV, del ordenador, del teléfono móvil, o de los juegos electrónicos, y su agudeza visual va en constante detrimento. Cuando miramos fijamente una pantalla a lo largo del día, los ojos no parpadean lo suficiente y tienden a secarse. Este efecto se potencia en los meses de invierno estando la calefacción encendida. 

Para aquellos que antes del confinamiento se encontraban en una oficina mirando una pantalla de ordenador, la simple rutina de vestirse, ir al trabajo, bajar o subir escaleras, coger el auto o el autobús, interactuar con los compañeros, o asistir a varias reuniones, proporcionaba suficiente variación y novedad para evitar los problemas físicos y psíquicos que actualmente padecemos. 

La radiacion electromagnética emitida por las computadoras y los teléfonos móviles puede causar alteraciones en los patrones del sueño. En los periodos de confinamiento las personas mayores no suelen dar sus paseos habituales y sus piernas se debilitan, incluso pierden coordinación y confianza en su forma de andar, lo que les produce más debilidad e inestabilidad aún. 

Los niños han demostrado mayor resistencia al estrés físico del confinamiento que los mayores, pero asistir a las clases online y saltarse el recreo y la clase de gimnasia los afecta considerablemente. La ansiedad crónica aumenta su tensión muscular y viceversa, crea dolores musculares, realizan menos actividad física, y duermen peor por la noche. Se crea así un circulo vicioso que retroalimenta la ansiedad y disminuye tanto la motivación como la capacidad para realizar actividades físicas.

A medida que algunas escuelas primarias han reabierto se ha observado un aumento en las lesiones musculo-esqueléticas de los alumnos. Los meses de inactividad y aislamiento han disminuido su capacidad para jugar al fútbol, al baloncesto, y otros deportes. Las lesiones aparecen al volver a intentarlo sin estar en buena forma física.

También se han observado alteraciones en piel y cabello. Los brotes de eccema en las manos han aumentado debido a los excesivos lavados de manos con desinfectantes e hidroalcohol. Adicionales alteraciones dermatológicas están estrechamente asociadas al nivel de salud mental y bienestar emocional de las personas. La caída del cabello es un síntoma común causado por estados fuertes y prolongados de estrés. 

También han incrementado ciertas conductas repetitivas centradas en el propio cuerpo, como arrancarse la piel y el pelo, y morderse las uñas. Cuando nos encontramos ansiosos, desconcertados, y sufriendo interiormente, lo solemos somatizar en la geografía de nuestra superficie corporal.

Las ramificaciones físicas del confinamiento serán de carácter temporales, o al menos en gran medida reversibles. No obstante, para algunos podrían ser permanentes e incluso mortales. Muchas personas intentan postergar o bien cancelar la visita a sus médicos, reduciendo así las opciones posibles y alternativas disponibles de diagnostico y tratamiento. 

Es posible que las peores consecuencias cardiovasculares del aislamiento hagan su aparición en el futuro. El estrés, la ansiedad, y la depresión han aumentado durante la pandemia y son factores de riesgo para problemas cardíacos, especialmente en los mayores de cincuenta años. La soledad, la inactividad, y el aislamiento social han incrementado el riesgo de infarto de miocardio y derrame cerebral en mas de un 30%. Los primeros síntomas pueden ser muy sutiles y, en el aislamiento, a menudo pasan desapercibidos. 

Guillermo A. Laich de Koller
Doctor en Medicina y Cirugía 

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