Aún nos encontramos con mujeres que no conocen su suelo pélvico y que no saben las funciones que desempeña, por lo cual desconocen los cuidados y hábitos que deben adoptar en su vida para que dicha estructura no se debilite ni se dañe con los años. También ocurre que la mayoría de entrenadores no conocen ni tienen en cuenta esta estructura en el momento de programar y llevar a cabo los entrenamientos con sus deportistas. Algo de gran importancia, sobre todo si la mujer ha sido madre o es postmenopáusica, ya que a lo largo de la vida pueden tener una serie de disfunciones que pueden verse empeoradas si no se contemplan al plantear el entrenamiento.

Los problemas más frecuentes que las mujeres pueden afrontar a lo largo de su vida en relación con su suelo pélvico son: 

  • Incontinencia urinaria: casi el 50% de las mujeres adultas podrá sufrir dicha afección, de las cuales solo el 25% le buscarán solución (Lukacz, Santiago-Lastra, Albo, & Brubaker, 2017).
  • Incontinencia fecal: con una incidencia que va desde 2% al 24% de las mujeres (Freeman & Menees, 2016).
  • Hipertonicidad: afecta al 16% de las mujeres y está asociada a dolor miofascial, dispareunia, vaginismo y vulvodinia (Wallace, Miller, & Mishra, 2019).
  • Prolapso de órganos pélvicos: afecta entre un 5% y un 10% de mujeres, pudiendo alcanzar hasta el 40% en mujeres mayores de 50 años (Lawson & Sacks, 2018). 

Como entrenadores debemos tener presente esta estructura y conocerla. Por lo tanto, vamos a hacer una breve aproximación a la anatomía y funcionalidad del suelo pélvico.  

El suelo pélvico es una estructura compuesta por una serie de músculos, tejido conectivo y fascial que cierran inferiormente la cavidad abdominopélvica.

En cuanto al componente muscular, el suelo pélvico está formado por un entramado de grupos musculares organizado en diferentes direcciones y planos para desarrollar correctamente sus diferentes funciones.

Esta estructura se instaura en el soporte óseo que le confiere la pelvis, la cual es un conjunto de huesos (huesos ilíacos, sacro y coxis), articulados entre sí (articulaciones sacroilíaca, sacrococcígea y la sínfisis del pubis), adoptando forma de embudo, pues es más ancha en su parte superior y más estrecha en su parte inferior, como respuesta al objetivo de albergar un feto.

El suelo pélvico en su conjunto desarrolla una serie de funciones, las cuales depende del correcto trabajo de todas y cada una las partes integrantes de la pared inferior de la cavidad abdominopélvica (Tabla 1).

 Tabla 1. Funciones del suelo pélvico (García & López, 2019; Murillo Gónzález & Walker Chao, 2013)
FUNCIÓN DE PASOFUNCIÓN DE FIRMEZA
Parto Defecación y micción ReproducciónSoporte de vísceras pélvicas Continencia urinaria y fecal Orgasmo Estabilización lumbar y pélvica
1.- La musculatura se estira hasta 5 veces su longitud para dar paso a la salida del bebé. 2.- Facilita el paso de la expulsión de desechos mediante la relajación de los esfínteres (uretral y anal). 3.- La relajación del suelo pélvico favorece la penetración.
1.- La unión de la musculatura y el tejido conectivo sujetan los órganos pélvicos, colocándolos en una correcta posición dentro de la cavidad pélvica.  2.- El tono muscular cierra la uretra y el ano, evitando escapes imprevistos. 3.- La activación muscular favorece el roce durante el coito y mejora la estimulación del clítoris, facilitando la consecución del orgasmo.  4.- El trabajo conjunto de la musculatura del suelo pélvico con la faja abdominal lleva a la estabilidad de la pelvis y la columna, mejorando la postura y el equilibrio 

El suelo pélvico forma, junto con el transverso, fibras internas del oblicuo interno, multífidos y diafragma torácico, un sistema muscular profundo esencial para la estabilización segmentaria intervertebral y la estabilización de las articulaciones pélvicas (Murillo Gónzález & Walker Chao, 2013).

Este sistema muscular profundo posee un timing o secuencia de activación concreta, el cual puede estar alterado en personas con disfunciones que afecten al suelo pélvico, región lumbar y pelvis. En personas sanas, cuando el sistema nervioso central puede predecir una posible perturbación de la estabilidad o aumento de presión abdominal, anticipa la activación de dichas musculaturas para hacer frente y superar el desequilibrio que pueda generar (Murillo Gónzález & Walker Chao, 2013). 

Los mecanismos por los cuales se sugiere que estos músculos incrementan la firmeza y estabilidad de la región lumbopélvica son: 

  • Aumento de la presión intraabdominal.
  • Aumento de la tensión de la fascia toracolumbar.
  • Aumento de la rigidez articular. 
  • Para ser efectivos en dichos mecanismos, parece que existe una relación coordinada entre la musculatura del suelo pélvico y la faja abdominal, dando una coactivación entre ambos grupos musculares ante maniobras voluntarias e involuntarias en sujetos sanos(Lee, 2017; Murillo Gónzález & Walker Chao, 2013).

    Cuando se realiza una contracción voluntaria de suelo pélvico se produce una activación voluntaria submáxima de los músculos transverso y oblicuo interno, o de toda la faja abdominal ante contracción máxima. Esta relación también ocurre en sentido inverso, cuando se contraen voluntariamente los músculos abdominales, activándose en suelo pélvico para contrarrestar el aumento de presión originado por la contracción de la musculatura abdominal (Lee, 2017; Murillo Gónzález & Walker Chao, 2013).

    También hay que tener en cuenta que la actividad de los músculos esqueléticos depende en gran medida de la postura corporal y de la carga que deben soportar. 

    La posición en flexión de nuestro tronco relaja la musculatura abdominal, lo que lleva a una disminución de la actividad del suelo pélvico. Ello tiene como consecuencia que, ante una presión intraabdominal generada (tos, estornudo, risas, levantar o mover cargas, etc.), la persona se ve predispuesta a que su suelo pélvico sucumba ante dicha presión y aparezca la pérdida de orina u origine alguna lesión perineal (García & López, 2019; Lee, 2017).

    Todas estas características y funciones debemos tenerlas presentes como profesionales, para poder confeccionar adecuadamente el entrenamiento y los estímulos pertinentes para dar el mejor servicio posible a nuestras clientas.

    REFERENCIAS

    Freeman, A., & Menees, S. (2016). Fecal incontinence and pelvic floor dysfunction in women: a review. Gastroenterol Clin North Am, 45(2), 217–237.

    García, E., & López, B. (2019). Tu suelo pélvico en forma. Manual práctico para conocer y ejercitar la musculatura más íntima. Madrid: ARCOPRESS.

    Lawson, S., & Sacks, A. (2018). Pelvic floor physical therapy and women’s health promotion. Journal of Midwifery & Women’s Health, 63(4), 410–417.

    Lee, D. (2017). Function of the Abdominal Wall. In D. Lee (Ed.), Diastasis Rectus Abdominis. A Clinical Guide for Those Who Are Split Down the Middle (pp. 45–63). Surrey, BC: Leann with Dianne Lee.

    Lukacz, E. S., Santiago-Lastra, Y., Albo, M. E., & Brubaker, L. (2017). Urinary incontinence in women: a review. Jama, 318(16), 1592–1604.

    Murillo Gónzález, J., & Walker Chao, C. (2013). Anatomía descriptiva y funcional de la cavidad abdominopelviana. In C. Walker (Ed.), Fisioterapia en obstetricia y uroginecología. 2a ed. (2a, pp. 1–52). Barcelona: Elsevier.

    Wallace, S. L., Miller, L. D., & Mishra, K. (2019). Pelvic floor physical therapy in the treatment of pelvic floor dysfunction in women. Current Opinion in Obstetrics and Gynecology, 31(6), 485–493.

    Francisco José Rodríguez López
    Director en Investigación en la Mujer,
    Ciencias del Entrenamiento y la Salud (IMUCES)
    Graduado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. 

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